viernes, 27 de noviembre de 2009

UN SUEÑO


Esta noche me he acostado con menos ropa de lo habitual. Este otoño está siendo templado y la ropa ligera será la única manera de apagar el calor que me inunda y frustra mi sueño. Pero no es la temperatura lo que esta noche no me deja dormir. Es mi pensamiento. No sé, hoy tengo la cabeza en otro sitio.

Doy vueltas en la cama, y cuando me giro, de repente apareces. Me clavas tus ojos, esa mirada que algunas veces me provoca y otras veces temo. Me empieza a gustar esa sensación y te devuelvo la mirada, no aparto mis ojos de los tuyos. Y entre miradas te vas acercando, vas rompiendo la distancia, va aumentando la temperatura y un leve temblor inunda mi cuerpo, y es en ese momento cuando apartas tu mirada de mis ojos para clavarla en mis labios que se humedecen suavemente con el roce de mi lengua

¡ Bésame.. no, mejor no lo hagas! porque en el momento en que tus labios rocen los míos ya no voy a poder frenar el deseo. Demasiado tarde, ya lo has hecho, a partir de ahora es mi cuerpo quien manda y quien dirija todos mis movimientos. Mi cabeza deja de funcionar.

Comienzo a notar que uno de mis muslos es rozado por las yemas de tus dedos, que desean explorar todos los rincones de este cuerpo que se deja hacer. Tu cuerpo, porque está dejando de ser el mío y solo responde a tus movimientos. Pero tú también estás respondiendo a los míos. Porque me aprisionas entre tus brazos y aprietas tu cintura contra la mía, que se descontrola. Déjame ver, si...

Me vuelves a mirar, me miras mientras mis manos desabrochan uno a uno los botones de tu pantalón, sin prisa, yo no la tengo, disfruta este momento, quiero que lo hagas, que lo hagamos. Y quiero que me sigas mirando como lo estás haciendo ahora, mientras tu camisa se deja deslizar hasta ser arrebatada.

Tus ojos se van de los míos para ver lo que en este momento me acaricias. Estás rozando toda mi piel, que se eriza al paso de tus dedos y es ahí cuando decides quitar todo aquello que te impida seguir tocándome y erizándome.

Lo ves en mis ojos, sabes que lo estás haciendo bien y por eso no te detienes. Pero déjame sentirte, deja que pase mis manos por tus brazos, por tu espalda, déjame sentir tu pecho. ¿Me dejas sentirlo? Dame la vuelta y permíteme sentirlo en mi espalda. Tu pecho en mi espalda y tus manos paseando por mi vientre, subiendo hacia mis pechos, ¿los notas? Están duros por tu presencia, por esas caricias que les estás dedicando. Los estás tratando con delicadeza, pero noto como va aumentando tu ritmo y cada vez los agarras más y más fuerte.

Mi respiración empieza a dejarse notar, y no es para menos, estás despertando en una serie de gemidos que me indican el momento en el que no voy a poder frenarme. Y lo consigues, siempre lo haces, y cuando llego a ese punto en el que ya no puedo más, tus ojos me ven disfrutar, se que te gusta verme hacerlo.

Permíteme incorporarme y ponerme de pie porque ahora te toca a ti sentir lo que me has dado. Siente mis labios ¿los notas? Están bajando suavemente, recorriendo tu cuerpo, ya sabes hacia donde me dirijo, y donde tú quieres que se dirijan. Ponte cómodo, es tu momento. Te acaricio y de repente, notas la humedad de mi lengua en tu pene que está completamente erguido, expectante. Recorro con mi lengua su longitud, saboreo el placer. Notas como penetra en mi boca, despacio, seguimos sin prisa. Pero mi ritmo aumenta, ahora soy yo la que lo lleva.
No te estoy mirando, pero sé que tus ojos me están viendo a mí. Se cierran, y lo hacen porque te estás dejando embriagar por la excitación ¿lo notas ahora? ¿Me notas ahora? Cada vez es más profundo, y más rápido, y más profundo. Siente como mi lengua te recorre, nota mis manos acariciar tus testículos, quiero que aprecies como los presiono, un poco más fuerte, y un poco más rápido y... Ya noto tu sabor, estoy sintiendo como mi boca se inunda de ti, sabes que no me incomoda, puedes estar tranquilo.

Y vuelves a mirarme como lo hacías al principio, quizás ahora me dediques una de tus sonrisas pícaras, de esas que hacen que me ponga nerviosa. Sí, lo has hecho. Pero por lo que veo eso no quiere decir que haya sido el final de nada, porque me conduces a la cama.

Quieres ponerte encima? Si, déjame sentir el peso de tu cuerpo y te estoy notando entrar. Lo estás haciendo muy despacio, no me haces daño, todo lo contrario. Suavemente y cuando estás ya en el interior terminas de adentrarte en mí con un fuerte golpe que me hace vibrar y consigue excitarme más aún. Y empiezas a bailar. Tu movimiento se va compenetrando con el mío, estás muy tranquilo.

Tus ojos me miran y los míos también a los tuyos, me encanta como lo hacen. Y en un momento me dices: ¡ Ojazos !. Y consigues sacarme una sonrisa que pronto se me borra porque has comenzado a acelerar y el placer y la excitación hacen que mi vista se nuble, que el vello de mi cuerpo se erice y que mi respiración se agite. La tuya también lo hace, puedo sentirla.


Seguimos sin prisa. Me pongo en frente tuyo y te doy la espalda. ¿Sabes lo que voy a hacer? Claro que si. Me inclino y dejo que tú también lo hagas. Vuelvo a notar tu pecho en mi espalda como lo hice al principio, pero esta vez estoy mucho más excitada, cada vez lo estoy más. Hasta las gotas de sudor que caen de nuestros cuerpos forman parte de la excitación que corre por mis venas y que ha logrado sustituir mi sangre. Te incorporas y mientras lo haces pasas la punta de tus dedos por la blanca piel de mi espalda y te sujetas a mis caderas, lo haces para volver a entrar en mí. Quiero que lo hagas.

Pero esta vez es diferente, mi cuerpo se ha dejado llevar demasiado y no puedo controlarlo. Tú tampoco pareces tener el control del tuyo. Oye mis gemidos, son el resultado del orgasmo que estoy teniendo, no pares ahora. Me has hecho caso, porque cada vez te noto más adentro, noto como haces fuerza contra mí, yo también la hago, porque quiero que alcance hasta lo más profundo. Una y otra vez, no puedo más voy a estallar, voy a estallar de placer. Y sigues cada vez más y más…..Justificar a ambos lados

©Paola





miércoles, 18 de noviembre de 2009

DELICIOSO PARA LOS DOS


Tras haber hecho el amor esa tarde nos dirigimos al cuarto de aseo para ducharnos. A mí se me apetecía más un baño de espuma y aceites, así que dejé que te ducharas y te fueras a descansar mientras yo me sumergía en un agradable baño de esencias.

Cuando terminé de mi relajante sesión de espumas, quise volver a olerte. Me acerqué suavemente para no despertarte, tu delicioso olor seguía allí, pese a una intensa tarde de sexo seguía oliendo bien. Estaba perdiendo la cordura con ese aroma tan delicioso, empecé a bajar besándote suavemente el pecho llegando al vientre, a tu vello arremolinado en torno a ese pene, olía a ti, era el olor del instinto, del placer, de todo lo que había pasado aquella tarde, todo volvía a mi mente cuando me deleitaba con ese olor a sexo.

Sumergí la cara en tu entrepierna, cogí el pene con la boca, estaba flácido aunque no del todo, lo acaricié con mi lengua con suaves movimientos comencé a masturbarte, me gusta ver ese pene en erección, es delicioso, majestuoso.

Saqué la lengua y con dulzura me humedecí los labios, lo volví a besar, suave y cálidamente, lo metí en mi boca, con poca prisa y mucho deleite, lo fui degustando. Hacía círculos alrededor de tu glande, y aprovechaba las primeras gotas de placer que asomaban para humedecerle.

Tú te movías excitado en tus sueños. Lo saqué y seguí lamiendo todo el tronco de tu increíble pene, lo lamía como si fuera un helado a punto de deshacerse. Acurrucada entre tus piernas lamí tus testículos. Un gemido salió de tu boca. Al oírlo empecé a humedecerme otra vez. Fue el impulso que necesitaba, lo metí en mi boca, y lo empecé a chupar de mil maneras, a distintas velocidades y acompañada de las manos para que el placer fuera mayor.


Tú estabas excitado, no sabías por qué, pero estabas tremendamente cachondo y caliente, al abrir los ojos viste un bulto bajo las sabanas que estaba en movimiento, yo estaba ahí, dándote un magnífico despertar. Estabas demasiado excitado, los sueños que habías tenido en el rato que te dejé descansar ninguno me había hecho justicia, lo hacía mejor que lo que tu memoria y tu imaginación te permitía representar. Notabas mis labios, mi lengua, caliente, húmeda. Cómo subía y bajaba, cómo iba disfrutando cada salida y entrada de esa maravillosa boca que tan cachondo te ponía sólo imaginándome ahí.


Me destapaste, te miré sorprendida, mientras seguía haciéndotelo. Estaba muy excitada, lo estaba haciendo con gusto, con mucho gusto. Aceleré el ritmo de mis lametones, de mis caricias, empecé a hacerlo de una manera que te volvía loco, no sabría explicar cómo, pero no creía que fueses a aguantar mucho más.


Lamía sin parar, mi meta ahora mismo era hacerte correr, que tuvieras un gran orgasmo. Te ibas a correr, lo sabía, empezaste a notar ese cosquilleo, ese placer inmenso.... Querías apartarme, pero seguía masturbándote y lo volví a introducir en mi boca, lamiéndolo más rápido que nunca, de una manera casi violenta.


Tú, al borde del orgasmo, veías cómo todo ocurría y en el momento que notaste de nuevo mis labios, y mi lengua alrededor de tu pene, estallaste en mi boca, embistiéndola con el pene sin poder contenerte, llenando esta preciosa boca que tanto te gusta con tu leche.


No podías creértelo, estabas disfrutando más que nunca, un gemido espectacular salió de tu garganta. Terminé acariciándolo con mis labios y mi lengua con mucha ternura, mientras te dedicaba un guiño.


Sonriendo, te miré a los ojos de nuevo con deseo, ternura y malicia y te susurré mientras te daba un beso en la mejilla: "Te has despertado, cariño, ahora descansa, nos veremos en la cena."

by Dama





lunes, 9 de noviembre de 2009

UNA TARDE DE LLUVIA


Afuera sigue lloviendo. Lentamente me despierto del ligero sopor en el que estaba inmersa recostada en el sofá tras almorzar y veo que Charlie no está en la sala donde estoy yo.

¿Por dónde andará metido? Es un 'culo inquieto' como yo le llamo y le hace gracia: siempre anda buscando cosas para hacer. La palabra aburrimiento no existe para él.

Esa es una de las cosas que más me gustan de su forma de ser, entre tantas que son innumerables ya pues, cada día que pasa me sorprende con algo nuevo.

Voy directa a la ducha, y aunque afuera llueve intenso, se va desprendiendo de la tierra el calor que llevaba acumulado y dentro hace algo de sopor. Creo que se debe al día que llevamos Charlie y yo. Sí, al principio pensé que saldríamos pero ¡bendita lluvia! que nos ha dejado por hoy en casa.

Me encanta salir con él y pasear, recorrer sitios, comer fuera, hablar de nuestras cosas, descubrir nuevos paisajes a diferentes horas, pero hoy... quedarnos en casa ha sido un bálsamo, después de tanto tiempo separados, lo mejor que pudo pasar fue llover y tenerlo a él.


Salgo de la ducha, enfundada en mi albornoz, me acerco hasta la habitación donde está el ordenador y anda liado con sus escritos y poemas. Cada vez los hace más bonito, pues se lo curra bastante.

Le lanzo un beso desde la puerta pero me pide que me acerque. Ufff, acercarme de nuevo, con el deseo que tengo de él. No sé qué tendrá este hombre que me enciende con sólo mirarme, debe ser el cariño que siento por él.

Me coge de las manos mientras me acerco a sus labios y los beso. ¡ Qué bien saben sus besos, siguen teniendo ese toque varonil que me enerva ¡.

- ¿Qué haces?

-Ya ves, aquí escribiendo una historia, voy a aprovechar hoy que no salimos a la calle por la lluvia para terminarla.

-Lo sé, te has dedicado a otras cosas - le digo mirándolo con cara pícara-.

Se sonríe, y yo pienso que estar en el cielo debe ser algo parecido a esto, estar con tu chico, con el hombre al que quieres, y que te sonría de esa manera.

-¿Quieres hacer algo esta tarde? Afuera sigue lloviendo - me dice-.

-No, estoy bien aquí, así juntos los dos. Te dejaré con lo tuyo y me pondré a leer, ni me acuerdo de la última vez que cogí un libro.

-Sí, es que ahora te dedicas a otras cosas.

Estallamos los dos con risas de felicidad, de complicidad.


Me acerca hasta él y yo me siento a horcajadas sobre sus piernas. Me siente desnuda sobre su ligero pantalón corto.

-¿Qué has estado haciendo?

-Duchándome...

-Lo cual quiere decir que bajo ese albornoz...

-No hay nada que no sea piel.

Mete ligeramente sus manos entre los pliegues del albornoz, llegando hasta mis pechos que al contacto con sus manos, se tensan, se endurecen, me hace gemir con cada caricia. Sigue bajando, rodeando mis caderas, llega a mis muslos, en su interior vuelve a encontrar mi humedad, toda mi piel responde.

Nos miramos a los ojos, nuevamente encendidos de placer, le beso en la boca con furia, con deseo, con placer.

Me levanta para deshacerse de su pantalón corto, veo que vuelve a estar completamente encendido, todo para mí.




Vuelve a sentarme, esta vez sobre su miembro eréctil, me penetra mientras con sus manos en mis caderas me acerca cada vez más y más hasta él, mientras se introduce en mí una y otra vez.

Noto como sale y entra de mi cuerpo, y como éste recibe sus arremetidas tenso de placer, me junto a él, los dos sobre el asiento, me agarro fuertemente a sus hombros mientras balanceo mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, con su sexo completamente metido en el mío.

Cuánto placer me da, siempre más y más. Le digo al oído que me voy a correr, me mueve con más rapidez, estamos los dos llegando al orgasmo, mete su cabeza entre mis pechos, sus manos agarran con fuerza mis caderas uniéndome a él, grita de placer, gritamos cuando nuevamente nuestros cuerpos se funden en uno para correrse al unísono.

Completamente exhausta por la nueva arremetida de mi chico me quedo un rato abrazada a él, lo beso con ternura y pasión, le digo que lo quiero.

Así pasa una tarde más de domingo, con el chico de mi vida haciendo lo que mejor se le da: hacerme la mujer más feliz del mundo.

Me tumbo en el sofá a leer mientras en mi vagina sigo sintiendo esos pequeños latidos producidos por el goce que me ha proporcionado una vez más mi hombre.



© Paola