sábado, 31 de octubre de 2009

LAMERTE

Quiero lamer tu cara tersa y tierna.
Lamer tus lágrimas que no serán de dolor.
Lamer tu respiración agitada, excitada.
Lamer tu saliva, tus dientes...tu paladar.
Lamer tu cuello de piel suave y larga.
Lamer despacito tus oídos que me oirán intenso.
Lamer con calma tu pecho y sentirlo endurecerse en mis labios.
Lamer tu vientre tembloroso y besar tu ombligo.
Lamer tus caderas de masa rica…morder un poco, quizá.
Lamer tus muslos, tus ingles, tus glúteos redondeados e imperfectos.
Lamer tu rosa y sentirla indecisa mientras mi lengua juega sutil a penetrarla.
Lamer los jugos de tu placer que ya brotan sin control y corren por ti, sazonándolo todo.
Lamer tu sexo ardiente que me aloca.
Hundirme en él hasta que no me quede lengua, ni labios.
Ojalá no antes de sentir como estallas, como me mojas la cara mientras tus entrañas gritan sin control ininteligibles gemidos extasiados. Sentir el peso de tu cuerpo volverse la mitad en uno solo de mis dedos…o en dos.
Cuanto placer!!!!
Luego abrazarte. Abrazarte con ternura. Contemplar tus pupilas dilatadas y tu boca titilante. Esperar a que vuelvas de donde sea que fuiste. Celoso de no haberme ido contigo.

Javi

sábado, 24 de octubre de 2009

EL MASAJE

Era una noche de verano, algo calurosa. Después de un largo día de visitas a los lugares más bellos de la ciudad de Venecia, llegamos al hotel. Tú tenías mucha prisa por llegar a la habitación y darte un baño, pero yo tenía otros planes para esa noche, y no quería que me los estropearas.

-- Cariño, te digo. Vete subiendo yo tengo que hacer una compra en la boutique del hotel.

Me pusiste carita de mimoso, con la que me quieres decir, --- Nena por favor ya es hora de que descansemos y pasemos un ratito solos tú y yo.

-- Prometo no demorarme, te conteste, vete duchándote que subo enseguida.

Quería que la noche fuera especial, y había pensado en un Masaje Erótico. En la mañana ya había pasado por la perfumería del hotel y había comprado unos aceites esenciales, ahora solo quedaba recogerlas.

Cuando llegué a la habitación estabas saliendo de la ducha, y con tu carita mimosa, me dijiste, nena no podía mas, las piernas me estaban matando, pero te prometo que después de cenar nos duchamos juntos.

Te sonreí traviesamente, y me acerqué para darte un dulce beso, no te preocupes mi niño travieso, la noche es larga.

Me miraste con cara de querer saber, ¿Qué te compraste?

-- Nada amor, ya lo sabrás en su momento, ahora solo descansa que yo me voy a la ducha.

Me tomé mi tiempo para que pudieras descansar y relajarte.

Al salir del baño, estabas tumbado en la cama, relajado viendo la TV, me paré en la puerta, esperando que me miraras.


--- ¿Albornoz? me dices. Tú no usas esas cosas, yo esperaba algo más sugerente.

Simplemente te miré, y deje caer el albornoz por mis hombros, no llevaba nada debajo.

Tu carita cambio al instante, esa sonrisa picarona, y con el dedo mi hacías señas para que me acercara a tu lado, pero no, esta noche mando yo.

-- Túmbate en la cama, quítate el boxers, y déjame hacer.

Sin darme tiempo a decir nada más te desnudaste y te dejaste caer en la cama.


Me acerque a ti y me puse encima de tu abdomen, sentada desnuda.

-- Cielito que calentita estás, me dijiste.

--- Relájate y disfruta cielo, simplemente déjate llevar.

Empecé a derramar gota a gota el aceite de almendras, por tu pecho, lentamente, solo usar las puntas de los dedos, suave, solo rozar, bajando hasta tu abdomen, poco a poco, cuando llego hasta tu pubis, pero me desvío, y te masajeo tus ingles haciendo que la punta de mis dedos vaya rozando tu sexo ya erecto, y sigo con tus piernas, una a una, hasta llegar a la planta de los pies. Y sigo masajeándote tus dedos uno a uno suave.


Mirando desde abajo puedo ver que estás muy excitado, empiezo a subir poco a poco por tus piernas, me paro al llegar a tu miembro, grande y duro… mmm, te lo unto todo de aceite, me doy la vuelta y con mis pies te empiezo a masturbar, suave, lento, tocando con mis dedos la punta de tu pene, estás excitado, mucho, y sigo subiendo el ritmo de mi masaje con los pies, te gusta, no paras de gemir, y sigo subiendo y bajando, acelerando el ritmo, y siento en mis pies la hinchazón de tu miembro, cada vez más, y sigo acelerando el ritmo, con más fuerza…




Tú estás ya totalmente tendido con los brazos abiertos y tus ojos cerrados, y sigo con el ritmo fuerte, mas fuerte cada vez, noto tus espasmos en tu miembro, duro y a punto de explotar, hasta sentir un gemido agudo que sale de tu garganta, y ver como tus fluidos se derrama por mi pies.


Después de unos minutos, me miras, mordiéndote los labios, te incorporas y me besas apasionadamente.

-- Cielo que cosa más rica. Ahora ¿me dejarás hacer a mí?.

by Dama

lunes, 19 de octubre de 2009

EL DIA QUE CONOCÍ A CHARLIE


Llegué al aeropuerto demasiado temprano para mi vuelo y me senté a esperar antes de facturar. Saqué mi libro y hojeé unas cuantas páginas pero no lograba concentrarme desde que próxima a mí oí una voz varonil suave y ronca, que correspondía a un hombre atractivo y magnético a la vez.

Conforme iba pasando el tiempo, crecía mi curiosidad por este joven, sensual a la vista, sin que tuviese voluntad de eludir la mirada y lo mejor era que él tampoco dejaba de mirarme. Confieso que sin explicación alguna, sentía que mis pulsaciones se aceleraban con su cercanía.

El hizo primero la facturación de su equipaje y poco después facturé yo, y luego lo perdí de vista por un tiempo.





Cuando llamaron para embarcar estaba casi dormida, y entonces lo recordé, lo busqué rápidamente y no lo vi. Entré en el avión, llegué a mi fila y cuando coloqué el equipaje de mano en la parte superior mis pulsaciones se aceleraron bruscamente cuando noté que el pasajero detrás de mí era él.

Me desvistió con la mirada y yo me sentí tan vulnerable como si no tuviera una pieza de ropa encima… Pensé cómo iba a poder resistir tres horas de vuelo sabiendo que él respiraba tras de mi…

Cuando cerraron la puerta del avión comprobé que los asientos a mi lado estaban vacios, y tratando de distraer mi intranquilidad comencé a repasar las revistas a mi disposición, pero mi mente me traicionaba continuamente con unas ganas locas de volver la cabeza y saber qué hacía o al menos preguntarle su nombre…

Cerré mis ojos tratando de dormir ya que había tenido que levantarme muy temprano para llegar al aeropuerto…y entonces oí su voz, tan cerca que me asusté, abrí los ojos y era él, cerca, preguntándome si podía sentarse en el asiento a mi lado. Cómo decirle que no, cómo negarme a la energía que me daba este hombre?. Asentí con una sonrisa, él se quitó su chaqueta marrón y se sentó a mi lado...


Me preguntó mi nombre, me dijo el suyo, Charlie se llamaba, y me dio su mano, fuerte, suave. Mi piel se erizó con su contacto, sentía que no podía ocultar mi rubor, sentía que estaba entregada a él sin que ni siquiera me lo hubiese pedido. Quería bajar el volumen de mis latidos y mi mente no respondía a mis órdenes.

Comenzamos a hablar e indagamos sobre nuestras vidas. Era inteligente, divertido, huidizo a veces … su respiración me acercaba al borde irreconocible de la pasión, me sentía atrevida, sensual, capaz de traspasar los bordes de la cordura y acercarme sin límite a esa boca que con cada palabra me invitaba a probar. Me hablaba y yo solo podía ver su lengua lisa y suave… mis ojos lo invitaban a besarme.



No sé en qué momento sucedió, sentí su mano suave acercando mi cabeza firmemente a la suya, entonces me besó, saboreé esa lengua que acababa de detallar y la sentía suave y divina. Lo hicimos por largo rato, nos conocimos profundamente a través de los besos, nos descubrimos el deseo, nos desnudamos la pasión… parecíamos unos desquiciados, todo a nuestro alrededor desapareció…


Sentí sus manos rozarme. Lentamente tocaba mi cuerpo por encima de mi ropa, mi cuerpo hablaba de coincidencias, indolente, entregada a su contacto. Mi mente descifraba sus caricias entre los espacios que dejaba su lengua, cuanto deseaba ser suya... qué importa lo demás… el deseo te lleva a abismos donde quieres saltar y en la caída está el placer…



Empecé a tocarlo, le saqué su camisa del pantalón y toqué su espalda suave, caliente, deslicé mis manos por su pecho, abrí su pantalón, para ese entonces estábamos tapados con las mantas de vuelo… deslicé mi mano y acaricié su duro y jugoso pene.

Estábamos tan excitados que nuestras respiraciones se entrecruzaban y respiraba de su aire. Sus ojos eran como fuego de tanto deseo… mi boca insaciable le dio un placer infinito.


Él me tocó toda, poco a poco engañó a mi ropa y me hizo vulnerable, sus manos me hicieron el amor, me acosaron, me regalaron un viaje de ida a vuelta al cielo, marcaron mi tiempo… la pasión me convirtió en amante de esta anarquía divina. Y el deseo… inmenso, estaba regado por doquier… una entrega total e infinita, sin tiempo ni lugar… donde solo existíamos él y yo.



No sé cuanto duró y no importa, los bordes de la pasión no reconocen definiciones ni formas. Yo… le coqueteé a la vida, me dominó el caos de los deseos y los besos que anhelé. El… me hizo libre y me dio las alas que necesité. La vida por su parte, nos prometió la oportunidad de conocernos… y a partir de ahí comenzar una relación maravillosa…con sus altos y bajos, como ya os contaré en sucesivas ocasiones.


© Paola

martes, 13 de octubre de 2009

DESEOS

Hoy quiero que sientas
mis susurros en tu oido
mis besos en tu nuca y que
todo lo que te diga
te llene, te excite..
cuando acaricie tu pecho
o pasee mis labios en tus pezones
haciendo que crezcan
entre mis dedos
y se escape un jadeo
de tu garganta
al notar la humedad
que te llena...


Pero no me pararé ahí
desnudaré tu cuerpo
enteramente
recorriéndolo, lenta
muy lentamente
disfrutando de cada botón
que te pone más ardiente
resbalando, bañándome
en las humedades internas
penetrándote mientras
mi sexo se apriete, palpitando
contra tus nalgas suaves
llevándote a un clímax
intenso, casi doliente
que te hace musitar
lléname, lléname ya de ti
y me clavo con fuerza
abriéndote como flor
rociada de tus flujos
que son el mejor licor.

Mientras empujo
te mueves...
y te aprietas, y me muerdes
y me buscas con tus manos
siento tu corazón
tus pezones erectos se escapan
entre mis dedos traviesos
mientras sientes el temblor
que cubrirá de un rubor
las mejillas de tu rostro
al abandonarte
a mi, a todo...


Te diré suavemente:
goza cariño, goza
siénteme tanto como puedas
soy tuyo nada más
ahora, siempre, y más.

Javi.

viernes, 9 de octubre de 2009

LA SORPRESA


Hacía tiempo que tenía en mente darte una sorpresa, con una de tus fantasías que hasta el momento no habíamos realizado: un striptease, acompañado de diversos juegos.


Te esperé como siempre en la habitación de nuestro Hotel. Al rato de llegar y estar terminando de hacer los preparativos escuché la puerta… y ahí estabas tú, tu cara de sorpresa lo decía todo y por tu sonrisa, supe que te gustaba lo que veías.


--- Cielo que sorpresa, no te esperaba hasta después del almuerzo, según me dijiste… Ven, acercarte que quiero darte un beso.


--- No, te lo daré yo a ti, pero las manos quietas, hasta que yo no te ordene, solo observa y disfruta.



Yo llevaba puesto un camisón de seda negro, un ceñido corpiño, que marcaba mis pechos. Si hay algo de mi cuerpo de lo que estoy orgullosa son de ellos, son generosos, pero sin llegar al exceso, naturales, y de momento se conservan firmes, tengo debilidad por mis pechos, y sé que a ti también te gustan, lo sé por el tiempo que pasas degustándolos con pasión y deseo: unas medias negras con su debido liguero, unas brasileñas de encaje y tacones de aguja negros.




--- Ummm, por mi encantado, lo que tú ordenes mi Dama.



Te lleve hasta el sillón, te senté en el, abrí mis piernas y me puse sobre ti, mientras te besaba suavemente iba desabrochando los primeros botones de la camisa, te acaricié los labios con mi lengua, tus manos corrían hacia mi culo, pero…




--- Las manos quietas, ya te dije que solo observes hasta que yo te dé permiso.


Me levanté, y puse la música, “ You can leave your hat on” de Joe Cocker. Empecé a bailar, moviendo mis caderas, acariciándome, dejándome llevar por la música, cerré mis ojos y comencé a subir el camisón, solo un poco para que pudieras ver lo que había debajo, mis pechos se movían pausadamente al ritmo de la música, poco a poco fui dejando caer los tirantes del camisón, hasta que cayó al suelo, quedando a tus ojos con el corpiño y brasileñas de encaje transparente, que dejaba al descubierto gran parte de mis encantos.


Me fui hacia ti, me senté encima tuya besándote suavemente, te desabroché los pantalones y podía notar como tu pene estaba en pleno auge bajo tus slips, podía ver tu humedad, pero aun no era el momento.




--- Cielo me estás poniendo muy malito, ¿puedo jugar yo también?


--- No, aún queda, solo observa y disfruta…


Aún sentada sobre ti me desabrocho el corpiño para dejar mis pechos delante de tus ojos, ummm están ya erectos, los acaricio, meto mis dedos en tu boca, que los chupa con deseo, los paso por mis pezones y te los vuelvo a meter en tu boca, tú en estos momentos estás ya muy excitado, al igual que yo. Me levanto y me pongo delante de ti, sigo bailando mientras voy desabrochando el liguero de las medias, lento.. suave, termino de quitarlo del todo, y empiezo a acariciar mis piernas de abajo arriba, deleitándome.




Me acerco a la mesa y tomo una de las copas de vino y la lleno, te la doy, pero no quiero que bebas, cojo el reposapiés del sillón y me subo en él sin dejar de bailar, lentamente voy bajando una de las medias, pero solo hasta media pierna, te pido que seas tú el que la termine de quitar, y así lo haces, suave… lento, acariciando mi piel con las yemas de tus dedos, te pido la copa de vino, quiero que te sientes de nuevo en el sillón, pongo mi pie en tu sexo y lo acaricio suave lentamente y voy subiendo poco a poco hasta llegar a tu boca, cojo la copa de vino y derramo poco a poco el vino desde mi rodilla, y te pongo mis dedos en la boca, para que bebas, ummm, me excita sentir tu lengua acariciando mis dedos, chupándolos, bebiendo todo el vino que voy derramando, toda una delicia, estas muy excitado y quieres seguir con las caricias, pero no aún no te toca, pues ahora llega la mejor parte.


Me levanto y me voy al sofá, saco de debajo de un cojín mi juguetito, lo tenía escondido, ver tu cara es toda una delicia, sorpresa y asombro a la misma vez, no pierdes ni un segundo. te desnudas por completo y te pones cómodo en el sillón sin dejar de mirarme preparándote para disfrutar de mis juegos.


Me tumbo en el sofá y busco la postura más cómoda, abro mis piernas, tomo mi juguete y lo introduzco por mis braguitas, acariciándome el clítoris, dios que placer, es un movimiento suave pero constante.

Me desprendo de las brasileñas, me miras fijamente, ver como miras con deleite mi sexo depilado, expuesto para ti, hacía que mi excitación aumentara.


Sigo acariciándome con mi juguete mientras no paro de gemir, introduzco mis dedos en mi sexo para chupármelos después, me encanta como sabe mi rosita hace que me excite más.


Empecé a jadear con más fuerza, mi cuerpo se estremecía, mis caderas no paraban de moverse, mi cuerpo vibraba, y yo no paraba de gritar y de gemir, era el momento del orgasmo, así pasaron unos minutos.


Cuando abrí mis ojos, ahí estabas tú, con una carita deseo de querer ser tú el que ahora me produjeras tanto placer.
Me levante, te extendí mi mano y te acercaste…
Mientras te besaba, me decías…


--- Me encanta ver cómo te corres, en esos momentos eres la mujer más sexy del mundo. Pero ahora quiero jugar yo también, no seas mala.



Te tumbé en la cama, tu miembro estaba muy erecto, grande y poderoso, me senté encima de ti, despacio, acerqué tu pene a mi vagina, solo la punta, con ese primer contacto, hizo que emitieras un gemido que me excitó aún mas, lentamente tu pene fue entrando, disfrutando de mi calor, de la presión que mi sexo hacia en él, seguías gimiendo, arqueando tu espalda, te seguía cabalgando aumentando el ritmo, notaba tu pene en toda su dimensión dentro de mí en cada embestida, no parábamos de gemir, de movernos más rápido, tus manos devoraban mis pechos, y seguía aumentando el ritmo, no quería parar, cada movimiento, cada embestida hacia que tu pene se hinchara más y más, y el placer era único.


Tu excitación estaba llegando al límite, y sabia que tu orgasmo estaba cerca, quería correrme contigo, me dejé llevar aumentando mis movimientos, mis subidas y bajadas, y así en una oleada de gemidos, y gritos explotamos los dos juntos en un orgasmo alucinante.


Me encanta ver tu cara y el brillo de tus ojos cuando te corres.


Bañados en sudor y exhaustos nos abrazamos, besándonos apasionadamente, una vez más habíamos disfrutado de nuestro encuentro, nada que decir, solo mirarnos, sonreír, y dejarnos vencer por el somnoliento relax de nuestros cuerpos.

by Dama.

domingo, 4 de octubre de 2009

OTRA EXPERIENCIA DE JOVENCITA

Os dejo otra experiencia
que tuve cuando tenía apenas dieciocho
años y que me dejó muy marcada.
Algunas noches me viene a la memoria
y me desazona.




Aconteció que la tarde de un viernes me dirigía al pueblo sentada en el autobús de línea tras una fatigosa semana de estudio, y quedé muy sorprendida al notar los dedos de aquella persona que se había sentado a mi lado, explorando mis piernas. Por nada del mundo podía suponer yo que esa mujer, de unos treinta y pico años de edad, rubia y con mucho estilo, pudiera mostrar interés por otras mujeres, pero el roce, aparentemente casual, de sus dedos en mis muslos lo dejaba bien claro.


Mi primera reacción fue la de levantarme del asiento y buscar otro desocupado, pero el autobús estaba hasta los topes, incluso había gente de pie en algunos sitios. La mujer había elegido bien el lugar donde sentarse, pues nuestros asientos quedaban casi completamente ocultos al final del autobús.


Al no poder cambiarme de sitio y pensando que no tenía por qué tolerar esas caricias, miré fijamente a los ojos de la mujer y justamente cuando estaba a punto de descararme con ella, sus manos llegaron a mis braguitas. Dí un respingo y en ese momento supe que no me atrevería a gritarle por no sentir la vergüenza de quedar en evidencia ante el resto de pasajeros.


La mujer me miró con sus ojos brillantes de deseo como demostraban sus dedos que no cesaban de masajearme la vagina delicadamente pero con insistencia. Me percaté que sus labios estaban húmedos porque le excitaban mis carnes de dieciocho años.


-Por favor... le dije.


Fue casi un susurro, pues no me atrevía a dirigirle la palabra en voz alta. Me sentía pudorosa y tímida y solamente quería escapar de allí, negar lo que estaba pasando, rogando porque la mujer me dejase en paz.




Cerré las piernas todo lo que pude, pero no sirvió de nada porque su mano estaba bien enterrada entre mis muslos y sus dedos acariciaban mi clítoris sin cesar a través de la braguita.


Lo cierto es que un suave calor se insinuaba en mi bajo vientre y me pregunté cómo es posible si yo no soy lesbiana. ¿ Cómo podía sentir esas sensaciones de incipiente placer que me recordaban el inicio de las masturbaciones puntuales que yo me proporciono en casa? Entonces miré de reojo a la mujer que parecía totalmente ajena a todo lo que su mano hacía, aparentaba estar distraida mientras sus dedos continuaban el ritmo de masajearme la rosita, lo que me estaba llevando a un estado grande excitación como nunca antes había sentido.



Me di cuenta que tenía las piernas totalmente abiertas y me alarmé. Eché una rápida ojeada al resto del pasaje y la mayoría dormitaba, lo que me serenó en parte, ya que mis sensaciones interiores iban en aumento. Comprendí que no debía hacer nada, que debía esperar a que acabase de tocarme y olvidarme de todo. La mujer miraba por la ventanilla haciéndose la aburrida como todos los demás, mientras sus finos dedos de fuego continuaban frotando mis ligeras braguitas, muy mojadas ya por mis propios fluidos. Decidí dejarme llevar porque me estaba gustando esa situación.



A estas alturas mi excitación era demasiado intensa y comencé a mover el pubis de adelante y hacia atrás suavemente dando por hecho que acabaría por correrme tras la placentera masturbación a que me estaba sometiendo esa mujer, así que seguí moviendo la cintura.


Un instante después reaccioné y levantando la minifalda tiré hacia abajo de las bragas hasta las rodillas, rápidamente las deslicé hasta los tobillos desde donde las saqué del todo y las introduje en el bolso. Nadie se percató de lo ocurrido, excepto la mujer, que sonrió comprensivamente.

Entonces abrí de nuevo las piernas, invitando a aquella desconocida a proseguir el juego. No se hizo esperar. Esos dedos ahora conocidos empezaron a hurgar en mi interior, mojándose a medida que la frotación continuaba. Emití un suspiro inaudible, empezando a moverme de nuevo. Aquello era el delirio. Nunca había imaginado que pudiera ocurrir algo así, pero ahora no quería que acabase nunca. Me movía cada vez más rápido, como aquellos deditos juguetones, que pasaron a moverse de forma circular, rápidamente, con los movimientos exactos que yo misma utilizo para llegar al éxtasis cuando me masturbo en mi habitación.

Y el orgasmo no se hizo esperar, me llegó en lentas oleadas de placer intenso, húmedo y caliente al mismo tiempo, empezando a temblar de gusto y mordiéndome los labios para no gritar. Me derramé sobre los dedos de aquella mano que había obrado el haber conseguido que me corriera como nunca en mi vida lo había hecho.


La mujer no separó su mirada sobre mí hasta que me fui relajando. Con un suspiro de satisfacción limpió sus dedos en un pequeño pañuelo, mientras se relamía los labios ante lo que había conseguido provocar en mi joven cuerpo.


Ya tranquilas, ambas nos miramos con comprensión, le facilité mi número de teléfono y nos dimos un besito en la mejilla. Al descender del autobús le acompañé caminando por la acera hasta que en un cruce de calles nos separamos para marchar cada una a nuestros respectivos domicilios.

© Paola.