lunes, 19 de octubre de 2009

EL DIA QUE CONOCÍ A CHARLIE


Llegué al aeropuerto demasiado temprano para mi vuelo y me senté a esperar antes de facturar. Saqué mi libro y hojeé unas cuantas páginas pero no lograba concentrarme desde que próxima a mí oí una voz varonil suave y ronca, que correspondía a un hombre atractivo y magnético a la vez.

Conforme iba pasando el tiempo, crecía mi curiosidad por este joven, sensual a la vista, sin que tuviese voluntad de eludir la mirada y lo mejor era que él tampoco dejaba de mirarme. Confieso que sin explicación alguna, sentía que mis pulsaciones se aceleraban con su cercanía.

El hizo primero la facturación de su equipaje y poco después facturé yo, y luego lo perdí de vista por un tiempo.





Cuando llamaron para embarcar estaba casi dormida, y entonces lo recordé, lo busqué rápidamente y no lo vi. Entré en el avión, llegué a mi fila y cuando coloqué el equipaje de mano en la parte superior mis pulsaciones se aceleraron bruscamente cuando noté que el pasajero detrás de mí era él.

Me desvistió con la mirada y yo me sentí tan vulnerable como si no tuviera una pieza de ropa encima… Pensé cómo iba a poder resistir tres horas de vuelo sabiendo que él respiraba tras de mi…

Cuando cerraron la puerta del avión comprobé que los asientos a mi lado estaban vacios, y tratando de distraer mi intranquilidad comencé a repasar las revistas a mi disposición, pero mi mente me traicionaba continuamente con unas ganas locas de volver la cabeza y saber qué hacía o al menos preguntarle su nombre…

Cerré mis ojos tratando de dormir ya que había tenido que levantarme muy temprano para llegar al aeropuerto…y entonces oí su voz, tan cerca que me asusté, abrí los ojos y era él, cerca, preguntándome si podía sentarse en el asiento a mi lado. Cómo decirle que no, cómo negarme a la energía que me daba este hombre?. Asentí con una sonrisa, él se quitó su chaqueta marrón y se sentó a mi lado...


Me preguntó mi nombre, me dijo el suyo, Charlie se llamaba, y me dio su mano, fuerte, suave. Mi piel se erizó con su contacto, sentía que no podía ocultar mi rubor, sentía que estaba entregada a él sin que ni siquiera me lo hubiese pedido. Quería bajar el volumen de mis latidos y mi mente no respondía a mis órdenes.

Comenzamos a hablar e indagamos sobre nuestras vidas. Era inteligente, divertido, huidizo a veces … su respiración me acercaba al borde irreconocible de la pasión, me sentía atrevida, sensual, capaz de traspasar los bordes de la cordura y acercarme sin límite a esa boca que con cada palabra me invitaba a probar. Me hablaba y yo solo podía ver su lengua lisa y suave… mis ojos lo invitaban a besarme.



No sé en qué momento sucedió, sentí su mano suave acercando mi cabeza firmemente a la suya, entonces me besó, saboreé esa lengua que acababa de detallar y la sentía suave y divina. Lo hicimos por largo rato, nos conocimos profundamente a través de los besos, nos descubrimos el deseo, nos desnudamos la pasión… parecíamos unos desquiciados, todo a nuestro alrededor desapareció…


Sentí sus manos rozarme. Lentamente tocaba mi cuerpo por encima de mi ropa, mi cuerpo hablaba de coincidencias, indolente, entregada a su contacto. Mi mente descifraba sus caricias entre los espacios que dejaba su lengua, cuanto deseaba ser suya... qué importa lo demás… el deseo te lleva a abismos donde quieres saltar y en la caída está el placer…



Empecé a tocarlo, le saqué su camisa del pantalón y toqué su espalda suave, caliente, deslicé mis manos por su pecho, abrí su pantalón, para ese entonces estábamos tapados con las mantas de vuelo… deslicé mi mano y acaricié su duro y jugoso pene.

Estábamos tan excitados que nuestras respiraciones se entrecruzaban y respiraba de su aire. Sus ojos eran como fuego de tanto deseo… mi boca insaciable le dio un placer infinito.


Él me tocó toda, poco a poco engañó a mi ropa y me hizo vulnerable, sus manos me hicieron el amor, me acosaron, me regalaron un viaje de ida a vuelta al cielo, marcaron mi tiempo… la pasión me convirtió en amante de esta anarquía divina. Y el deseo… inmenso, estaba regado por doquier… una entrega total e infinita, sin tiempo ni lugar… donde solo existíamos él y yo.



No sé cuanto duró y no importa, los bordes de la pasión no reconocen definiciones ni formas. Yo… le coqueteé a la vida, me dominó el caos de los deseos y los besos que anhelé. El… me hizo libre y me dio las alas que necesité. La vida por su parte, nos prometió la oportunidad de conocernos… y a partir de ahí comenzar una relación maravillosa…con sus altos y bajos, como ya os contaré en sucesivas ocasiones.


© Paola

1 comentario:

  1. Intensa y sensual forma de conocerse, me ha gustado mucho, espero los siguientes capitulos.

    Besos y abrazos desde la distancia.

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