martes, 26 de enero de 2010

UNA AVENTURA


Estaba esperando a un amigo el viernes en la noche, para tomarnos un trago y disfrutar de los chocolates que me había traído de su último viaje. Tenemos una relación muy cercana, siempre me manda mensajitos picantes al celular, que yo siempre respondo en el mismo tono. Yo estaba algo nerviosa e impaciente, porque con él he hecho realidad algunas de mis fantasías. El encuentro era muy prometedor.

Nos fuimos a un motel un poco apartado de Madrid, donde hace un poquito de frío. Los besos no se hicieron esperar, ya que como él me pidió, no usé pintura de labios. Nos besamos mucho, tanto que me dolían los labios. Sacó un chocolate y me hizo comérmelo poco a poco, me dijo:


--- Saboréalo despacio, sin dejar de mirarme.


Yo lo hice, él sabía mi debilidad por el chocolate, la atmósfera era increíble: el frío, la cercanía de nuestros cuerpos, la atracción que sentíamos, el sabor del chocolate... aunque ni siquiera nos habíamos acariciado, ni desvestido, yo estaba ya ardiendo de deseo.

No dejó que el chocolate desapareciera en mi boca, lo compartimos con un beso lento y profundo. Su lengua recorría mis labios y su boca empezaba a saborear el exquisito manjar de los dioses.


Ya nuestras respiraciones se agitaban un poco. Comenzó a desvestirme lentamente, dejando caer mi blusa al suelo y besando suavemente mis hombros. Corría la tira de mi brasier blanco dejando pasear su lengua tocando ligeramente mis senos. Mis pantalones eran de botones, que fue soltando uno por uno, no teníamos prisa. La noche era nuestra. Jugó un rato con mi tanga y cuando sólo tenía mi ropa íntima me observó con esa mirada cómplice de deseo y amor, me decía cuanto le gustaba verme así, sólo con el encaje cubriendo mi piel.



Trató, en vano, de desabrochar mi sujetador y yo con una sonrisa lo ayudé, dejando mi torso libre a sus caricias. Ya estábamos libres de obstáculos, sólo se interponía entre nosotros mi diminuta tanga blanca, que se encontraba empapada de mis jugos. La deslizó y comenzó a comerme el sexo, sin quitármela. Yo estaba vuelta loca, gemía y él disfrutaba del sabor que mi sexo le obsequiaba generoso.


Mis manos acariciaban su cabello. De repente se detuvo y buscó otro chocolate, que mordió y me colocó en la boca. Me seguía besando los labios de la vagina haciéndolo deliciosamente, mientras mi sabor se confundía con el del cacao.



Yo arañaba su espalda y deseaba sentir el sabor de su erecto pene en mi boca. Se detuvo dándome un delicioso beso, con la tanga en su boca. Nos reíamos de su ocurrencia, me fui a su pene y le recorrí entero con mi lengua. Comencé a darle pequeñas lamidas y él estaba fascinado con las múltiples sensaciones que estaba experimentando. Parecía que iba a explotar y me pidió que me detuviera.

Me susurró que me montara sobre él, la sensación era exquisita, como sentía que me penetraba completa. Cabalgué sobre él un rato, mientras mis senos saltaban y él me tomaba por las caderas, dirigiendo mis movimientos. Luego, me coloqué de espaldas, dejándole ver ese espectáculo que le encantaba, ya que sé cómo se enloquece cuando me coloco de espaldas y de rodillas. Me embistió violentamente, ya nuestros gritos se mezclaban, nuestros fluidos se escurrían entre mis piernas. Se movía cogiéndome con furia, como él lo sabe hacer, mientras que humedecía sus dedos con un poco de su saliva para masajear mi clítoris. Mi orgasmo no se hacía esperar, él sabía que estaba próximo y aumentó un poco la velocidad, hasta hacerme llegar al delicioso clímax. Él aguantó todas mis contracciones sin parar sus movimientos. Mi orgasmo fue muy intenso, pero aún quería más.


Retiró su pene de mi interior y me recorría el cuerpo pasándomelo por todos lados, como si quisiera marcar su territorio. Su erección estaba deliciosa. Se montó sobre mí colocando mis piernas en sus hombros, penetrándome profunda y lentamente. Nos corrimos en una mezcla de pasión, gritos y sensaciones. Me acosté sobre él, estaba soñolienta, plena y feliz de sentir su piel.




Descansamos un rato y entre una copa de champán y otro chocolate, nos seguimos besando como prueba de ese pacto único que hay entre los dos.


© Paola

miércoles, 13 de enero de 2010

EN TU CAMA


Te removías en tu cama
en un agitado sueño
que apartaba las sábanas
que cubrían tu cuerpo.

Tus redondeces aparecieron
y al liberarte del enredo te relajaste
acariciando tu piel
sin ser consciente de ello.

Te giraste y tu mano
descendió por tu vientre
mientras la otra
acariciaba tus senos.

Aún dormida, tu cuerpo
reaccionaba a las caricias
y los gemidos se escuchaban
en tu habitación.

Tus dedos resbalaban
en las paredes húmedas
de tus entrañas
acariciantes y penetrantes.

Dentro de ti entraban
y el placer te sacudía
y los gemidos se convertían
en gritos salvajes.

Te revolvías con fuerza
toda tú te estremecías
y el placer te llenaba
hasta arquearte tensa.

Y durante unos segundos
una explosión en tu cerebro
te sacudió
gemías quedamente.

Mientras te relajabas
de nuevo, durmiéndote
con una preciosa sonrisa
Iluminando tu rostro.

Lentamente, la respiración
se fue calmando
y la tensión abandonó
tu cuerpo.

Y tu pecho se movía
suavemente, al compás de
la respiración suave
mientras te acurrucabas
feliz en tu sueño.

Javi.