domingo, 4 de octubre de 2009

OTRA EXPERIENCIA DE JOVENCITA

Os dejo otra experiencia
que tuve cuando tenía apenas dieciocho
años y que me dejó muy marcada.
Algunas noches me viene a la memoria
y me desazona.




Aconteció que la tarde de un viernes me dirigía al pueblo sentada en el autobús de línea tras una fatigosa semana de estudio, y quedé muy sorprendida al notar los dedos de aquella persona que se había sentado a mi lado, explorando mis piernas. Por nada del mundo podía suponer yo que esa mujer, de unos treinta y pico años de edad, rubia y con mucho estilo, pudiera mostrar interés por otras mujeres, pero el roce, aparentemente casual, de sus dedos en mis muslos lo dejaba bien claro.


Mi primera reacción fue la de levantarme del asiento y buscar otro desocupado, pero el autobús estaba hasta los topes, incluso había gente de pie en algunos sitios. La mujer había elegido bien el lugar donde sentarse, pues nuestros asientos quedaban casi completamente ocultos al final del autobús.


Al no poder cambiarme de sitio y pensando que no tenía por qué tolerar esas caricias, miré fijamente a los ojos de la mujer y justamente cuando estaba a punto de descararme con ella, sus manos llegaron a mis braguitas. Dí un respingo y en ese momento supe que no me atrevería a gritarle por no sentir la vergüenza de quedar en evidencia ante el resto de pasajeros.


La mujer me miró con sus ojos brillantes de deseo como demostraban sus dedos que no cesaban de masajearme la vagina delicadamente pero con insistencia. Me percaté que sus labios estaban húmedos porque le excitaban mis carnes de dieciocho años.


-Por favor... le dije.


Fue casi un susurro, pues no me atrevía a dirigirle la palabra en voz alta. Me sentía pudorosa y tímida y solamente quería escapar de allí, negar lo que estaba pasando, rogando porque la mujer me dejase en paz.




Cerré las piernas todo lo que pude, pero no sirvió de nada porque su mano estaba bien enterrada entre mis muslos y sus dedos acariciaban mi clítoris sin cesar a través de la braguita.


Lo cierto es que un suave calor se insinuaba en mi bajo vientre y me pregunté cómo es posible si yo no soy lesbiana. ¿ Cómo podía sentir esas sensaciones de incipiente placer que me recordaban el inicio de las masturbaciones puntuales que yo me proporciono en casa? Entonces miré de reojo a la mujer que parecía totalmente ajena a todo lo que su mano hacía, aparentaba estar distraida mientras sus dedos continuaban el ritmo de masajearme la rosita, lo que me estaba llevando a un estado grande excitación como nunca antes había sentido.



Me di cuenta que tenía las piernas totalmente abiertas y me alarmé. Eché una rápida ojeada al resto del pasaje y la mayoría dormitaba, lo que me serenó en parte, ya que mis sensaciones interiores iban en aumento. Comprendí que no debía hacer nada, que debía esperar a que acabase de tocarme y olvidarme de todo. La mujer miraba por la ventanilla haciéndose la aburrida como todos los demás, mientras sus finos dedos de fuego continuaban frotando mis ligeras braguitas, muy mojadas ya por mis propios fluidos. Decidí dejarme llevar porque me estaba gustando esa situación.



A estas alturas mi excitación era demasiado intensa y comencé a mover el pubis de adelante y hacia atrás suavemente dando por hecho que acabaría por correrme tras la placentera masturbación a que me estaba sometiendo esa mujer, así que seguí moviendo la cintura.


Un instante después reaccioné y levantando la minifalda tiré hacia abajo de las bragas hasta las rodillas, rápidamente las deslicé hasta los tobillos desde donde las saqué del todo y las introduje en el bolso. Nadie se percató de lo ocurrido, excepto la mujer, que sonrió comprensivamente.

Entonces abrí de nuevo las piernas, invitando a aquella desconocida a proseguir el juego. No se hizo esperar. Esos dedos ahora conocidos empezaron a hurgar en mi interior, mojándose a medida que la frotación continuaba. Emití un suspiro inaudible, empezando a moverme de nuevo. Aquello era el delirio. Nunca había imaginado que pudiera ocurrir algo así, pero ahora no quería que acabase nunca. Me movía cada vez más rápido, como aquellos deditos juguetones, que pasaron a moverse de forma circular, rápidamente, con los movimientos exactos que yo misma utilizo para llegar al éxtasis cuando me masturbo en mi habitación.

Y el orgasmo no se hizo esperar, me llegó en lentas oleadas de placer intenso, húmedo y caliente al mismo tiempo, empezando a temblar de gusto y mordiéndome los labios para no gritar. Me derramé sobre los dedos de aquella mano que había obrado el haber conseguido que me corriera como nunca en mi vida lo había hecho.


La mujer no separó su mirada sobre mí hasta que me fui relajando. Con un suspiro de satisfacción limpió sus dedos en un pequeño pañuelo, mientras se relamía los labios ante lo que había conseguido provocar en mi joven cuerpo.


Ya tranquilas, ambas nos miramos con comprensión, le facilité mi número de teléfono y nos dimos un besito en la mejilla. Al descender del autobús le acompañé caminando por la acera hasta que en un cruce de calles nos separamos para marchar cada una a nuestros respectivos domicilios.

© Paola.

2 comentarios:

  1. Intensas aventuras las de Paola, no he tenido ni pienso tener (de momento) ya que no se puede decir nunca que no, jajajaja, esperiencias con las de mi mismo sexo, me gusta mucho el tacto de unas manos masculinas y todo lo demás.

    Seguiré pendiente de las aventuras y travesuras que nos depará esta jovencita.

    Besos desde la distancia.

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